El Papa Francisco, el Transporte Público y la Ciudad

Es una temporada de primicias para la Iglesia Católica. Recientemente, la iglesia vio la primera renuncia de un papa en más de 600 años, lo cual fue seguido por su reemplazo por el primer papa proveniente del continente americano: Jorge Mario Bergoglio de Argentina, quien recientemente asumió como Papa Francisco I. Después de cientos de años de casi exclusivamente papas europeos, la iglesia parece finalmente acoplarse con los tiempos, reconociendo que la mayoría de sus fieles vive en Sudamérica. A este ritmo, solo serán 300 años más hasta que aprueben el uso de condones.

¿Qué tiene que ver todo esto con el transporte urbano? Pues resulta que el Papa Francisco apareció en los titulares, especialmente en la prensa de habla inglesa, por su frecuente uso del transporte público mientras fungía como cardenal en Buenos Aires. El público en general es libre de imaginar que el tocayo de Bergoglio, el por todos conocido y humilde Francisco de Asís, famoso por su atuendo heterogéneo (¿o vintage?), probablemente haría lo mismo si hubiera vivido en los tiempos modernos. En medio de eternos escándalos y pérdida de seguidores en el viejo mundo, es una perspectiva perfecta para alentar la lealtad de los fieles. ¿Pero hay más aparte de eso? Lo más seguro es que Bergoglio no renunciará a sus privilegios de utilizar el papamóvil.

Estuve en Buenos Aires cuando la noticia salió y no hay duda de que mientras otros países como Chile e Inglaterra se burlaban de que sería “la nueva mano de Dios” y otros memes basados en Maradona, los argentinos estaban orgullosos de haber producido al próximo papa, pese a la decepción de algunos sobre la ahora famosa controversia en la que estuvo involucrado durante los años negros de la dictadura argentina. Una encuesta reciente demuestra que alrededor de 80% de los argentinos sintió “orgullo” o “felicidad” sobre el nuevo papa. A pesar de esto, el hecho de que Bergoglio tomó el transporte público todo el tiempo fue en gran parte ignorado en la prensa argentina. Su ahora famosa biografía, El Jesuita, presenta poco más que una foto de él en el subterráneo de Buenos Aires. Cuando pedí ver una copia del libro en una librería local, el dueño de la tienda solo me dijo que aún para personalidades importantes en Argentina, incluyendo senadores y diputados, tomar el autobús no es tan fuera de lo común. Lo que demuestra lo correcto que estaba en mi artículo del autobús el año pasado. Si fuera menos infalible, ¡sería el papa!

Históricamente, la iglesia ha tenido una opinión mixta sobre la práctica de diseñar y construir ciudades en general. Algunos en la iglesia (y otros fuera de la misma) usan el ejemplo bíblico de Sodoma y Gomorra como una especie de manual de campo para el desarrollo urbano. En otras palabras, las ciudades son inherentemente malévolas y pecaminosas, sin mencionar fuentes de homosexualidad, y lo mejor que se puede hacer es esperar a que sean aniquiladas por Dios y convertidas en un cráter humeante. Por el contrario, otros en la iglesia, particularmente durante las edades medias, han a veces buscado estructurar las ciudades de una manera productiva, creando plazas públicas centrales – que naturalmente están justo al lado de la iglesia central. El rol de la iglesia dentro de la ciudad es discutido en un artículo interesante en el sitio web religioso Firstthings.com.

De hecho, el papa de hoy no tiene control directo alguno sobre políticas de transporte, aparte de poder decirle al conductor del papamóvil a dónde ir. Pero hay suficientes indicios de que se preocupa por mejorar los males de la pobreza urbana. En Buenos Aires, fue famoso por sus visitas a los conocidos barrios pobres en Villa 31. Su biografía incluye un pasaje donde, mientras camina por el vecindario de Puerto Madero, anteriormente un puerto que fue restaurado como un distrito culto a las orillas del río, menciona que una comida ahí cuesta lo mismo que el sueldo de una semana entera de un residente de Villa 31.

Si el papa realmente busca mejorar las cosas en general para las ciudades alrededor del mundo, no necesita buscar más allá que en los autobuses y trenes que tomó en sus viejas andadas. Al animar a los fieles a presionar por mejores opciones de transporte en sus comunidades, él estará haciendo del mundo un lugar mejor. Y mientras está en eso, quizás podría pensar en aligerar también el control natal y el matrimonio gay.


Drew Reed es productor de medios en línea y activista comunitario especializado en transporte sustentable. Vive en Buenos Aires.

Traducción por Marco Gutiérrez.