Medellín: ¿Milagro o Estrategia de Marketing?

“Era una vez, en un país muy, muy lejano, conocido como “Colombia” una ciudad llamada Medellín. Inicialmente, la ciudad era un lugar feo y peligroso, regido por el malvado Señor Escobar. Pero cuando murió, las hadas de planificación que habían sido expulsas del país fueron nuevamente permitidas a volver. Agitaron sus varitas mágicas, creando teleféricos y escaleras mecánicas hacia barrios pobres en lo alto de las colinas, asegurando que todos en casa barrio tuvieran acceso a edificios de calidad y espacios urbanos. Y los habitantes de Medellín vivieron felices para siempre.”

Si esto es claramente una versión exagerada y altamente sarcástica de las historias contadas sobre la historia transformativa de planificación urbana de Medellín, llega sorprendentemente cerca de las alturas retóricas alcanzadas por algunas de las descripciones efusivas del “milagro de Medellín” dadas en anticipación al séptimo Fórum Mundial Urbano (o WUF7, por sus siglas en inglés y para la gente en el saber). Fuentes corrientes como CNN y The New York Times han cantado los elogios de la ciudad como una estupenda historia de éxito. Sin embargo, ahora que la conferencia ha terminado, hay señales de que hay problemas en el paraíso de planificación de Medellín.

Antes de llegar a la conferencia en Medellín, Greg Scruggs de ‘Next City’ publicó un articulo que sumó bastante exitosamente la imagen oficial de Medellín que se está proyectando. El titulo lo dice todo: La nueva súper-estrella de América Latina: como la Medellín arenosa y dominada por crimen se tornó un modelo para el urbanismo de siglo XXI (Latin America’s new superstar: how gritty, crime-ridden Medellín became a model for 21st century urbanism ). El autor explica que durante el reino del Medellín cartel en los años 80 y 90, liderado por Pablo Escobar, el crimen disparó hacia el cielo. Su demisa en 1993 abrió la puerta para cambio transformativo:

En 1993, Escobar fue matado por fuerzas especiales Colombianas, y una década después, en 2004, el primer Metrocable de la ciudad abrió, inaugurando la agenda ahora celebrada de urbanismo social

Fue en torno del cambio de siglo que el renacimiento de Medellín empezó. En un esfuerzo por reparar aún otra ciudad dividida de Latino-América, el alcalde Sergio Falarado, el hijo de uno de los mas famosos arquitectos Colombianos, hizo una declaración audaz durante su administración entre 2003 y 2007. “Nuestros edificios mas bonitos deben encontrarse en nuestras áreas mas pobres,” dijo Fajarado.

Esto fue – y continua siendo – una idea radical en un mundo urbano en que la mayoría de las ciudades localizan su Central Park y su Trafalgar Square en distritos prósperos y amigables para turistas. Pero en vez de simplemente brotar arquitectura de alta calidad en las comunas, el gobierno de la ciudad de Medellín adoptó un abordaje llamado el Proyecto Urbano Integral (PUI). Cada intervención de diseño arquitectónico y urbano fue vista holísticamente como parte de un plan comprehensivo de revitalización barrial. Así la famosa Línea K del Metrocable terminó en el escabroso barrio de Santo Domingo cerca de un símbolo cívico: la Biblioteca España, un complejo de obsidiana en una ladera dramática rodeada por un parque ajardinado. Como ruta de doble propósito para viajeros diarios de trabajo como para visitantes, la Línea K cuenta con un flujo constante de usuarios durante el día. Cuidadoso planeamiento y diagnósticos también llevaron a selecciones para la ubicación de la estaciones que interrumpían el tráfico de drogas.

Tras llegar en Medellín, Scruggs rápidamente cambió du tono. Sus primeros dos reportajes sobre la ciudad tenían menos que ver con “modelos del urbanismo del siglo XXI” y más con prácticos desagradables de poner en escena una gigante conferencia respaldada por la ONU. En su primer reportaje de la ciudad, reporta que retiradas temporales masivas de personas sin techo del centro de la ciudad tuvieron lugar con anticipación al evento para dar espacio a participantes de la conferencia internacional. Su segundo reportaje cataloga la represión de protestantes y la medida con que autoridades internacionales prevalecen durante este y otros eventos internacionales. Scruggs reporta que durante estos eventos, la ley municipal es suspendida en un amplio radio al rededor de todos los sitios del evento, estableciendo un precedente sombrío para brutalidad policial en la próxima Copa Mundial en Brasil.

Criticando el despliege de mano dura del evento es una cosa, pero ¿esto significa que las famosas innovaciones en infraestructura y los cambios de paradigmas en estrategias urbanas en Medellín son sobrevaloradas? El Blog The Atlantic Cities parece pensarlo. En una piece entitulada “Hay una máquina para el Medellín hype?” (Is there a Medellín hype machine?), Anthony Flint se basa en su experiencia como un tipo de ‘globe-trotter’ y ‘urban think-tank’  (y el inevitable cinismo que resulta de haber visto una historia de éxito urbano de más) para concluir que es tiempo para algo de “escepticismo saludable” sobre Medellín. Cita crimen persistente, insinúa que algunos residentes de barrios pobres fueron presionados a pintar sus casas de aspecto monótono en colores radiantes y es sospechoso si la familia a la que fue introducido en Medellín fueron obligadas a actuar tan felices como parecían con los cambios que pasaban en la ciudad.

Tal vez la critica mas mordaz viene no de la prensa internacional de planificación urbana, llena de gringos cansados del mundo, pero de Colombianos nativos. Laura Gallegos, una columnista con el periódico colombiano El Espectador corta al corazón de la discusión preguntando, “¿Cómo pensar en la sostenibilidad urbana de las ciudades si sus procesos de innovación dependen de la voluntad política y los intereses particulares de los gobernantes de turno?”

Pero la crítica mas dura que he oído hasta ahora viene de otro Colombiano, el historiador Antonio Fuentes (divulgación completa: el también es uno de mis compañeros de clase en la Universidad de Buenos Aires), que atendió el evento y tiene esto que decir sobre Medellín:

El paisaje urbano ha sido llenado con varios proyectos de infraestructura, cuyo objetivo es de alcanzar un ligar entre los trabajos de famosos arquitectos y urbanistas por medio de un tipo de ‘maquillaje urbano’ que embellece a la pobreza. De una manera, tomar fotos de esta pobreza como si fuera una atracción turística – como yo lo hice – es una tragedia.

Mientras contemplamos esta onda de malestar de Medellín, es importante notar que ninguno de los escépticos duda que progreso significante ha sido logrado. Pero la pregunta es si las valoraciones exuberantes de la ciudad son realmente merecidas. Es realmente correcto hablar de un “milagro de Medellín”?

No hay respuestas fáciles a esta pregunta. Si queremos algún día determinar por que historias triunfalistas aparecen con tanta frecuencia en círculos de planificación urbana, y como podemos promover estrategias de mensajería potencialmente menos falsas pero aún efectivas, tenemos que darle una larga y dura mirada a las realidades políticas de la planificación urbana.

Aquí hay dos puntos clave a considerar. Primero, hay que reconocer que el urbanismo, la práctica de estratégicamente coordinar los elementos disparates que constituyen una ciudad (infraestructura, arquitectura, instituciones gubernamentales, etc.) se encuentra en una permanente crisis de auto-justificación. Para convencer a ingenieros, arquitectos, y ppoliticos locales y lideres de departamentos que trabajen juntos – cuando no coordinarse seria mucho mas fácil para todos ellos – urbanistas tienen que convencerles que trabajar en conjunto produce resultados concretos. Entonces el empuje de narrativas de milagros urbanos aumenta la percepción positiva y la viabilidad política en general. Esto no es sugerir que no hay una utilidad real a las practicas de planificación urbana (si no la hubiera, no estaría escribiendo esto), es un reconocimiento de las realidades de cómo el urbanismo ‘se vende’ en el mas largo paisaje político.

Segundo, la verdad fría y dura es que cambio político, tanto municipal como nacional o internacional, no tiene ni la oportunidad de una bola de nieve en el infierno para ser implementado sin campañas mensajeras que – digamos – estiran la verdad extensivamente para hacerlo realidad. Tomen por ejemplo la campaña de Barack Obama. El llamó por cambio radical in transformador, y entonces entregó modestas reformas en algunas áreas y una total continuación del status quo en otras. ¿Y qué si, en vez de ‘esperanza’ y ‘cambio’, hubiera escogido lemas como ‘expectaciones realísticas’ y ‘reforma modesta’? Hubiera perdido.

Este principio de exageración política se aplica igualmente después de que proyectos han sido implementados. Para poder terminarlos, políticos tienen que exagerar su utilidad, y una vez terminados, los políticos tienen que actuar como si cada elemento del plan fue un éxito absoluto para tener mas apalancamiento en sus próximos proyectos. Esto es una necesidad básica para la sobrevivencia política, pero en el contexto de planificación urbana también lleva a la creación de “máquinas de hype” en tormo a historias urbanas de éxito. Mientras que en termos prácticos es difícil evitar, es potencialmente dañoso para análisis honestas y efectivas de qué realmente funciona en el planeamiento de ciudades.

Entonces, preguntas, ¿cual es mi opinión sobre Medellín? ¿Es un milagro urbano o sólo palabrería hueca? Entiendo por qué muchos críticos se frustran con las narraciones repetitivas y agobiantes de la transformación de la ciudad. A nadie le gustan narraciones repetitivas, engañosas y exageradas de nada, pero especialmente no de ciudades, en dónde el intento de esconder problemas reales con ‘starchitecture’ (arquitectura de estrellas) parece grosero a lo sumo. Si los críticos tienen razón en su descripción de Medellín, en dónde las personas sin techo son acorralados en anticipación de eventos e importantes y turistas son transportados por la ciudad para tomar fotos de edificios famosos en barrios pobres, entonces el “urbanismo social” todavía tiene un largo camino a recorrer. Sin embargo, es decididamente mejor que lo que había antes. Si me dan a elegir entre “urbanismo social”, en dónde líderes toman provisiones para áreas mas pobres aunque no se dirigen a problemas sistémicos por completo, y el previo status quo en dónde las necesidades de áreas pobres eran completamente ignoradas, elijo lo primero.

La historia de Medellín tiene mucho que ofrecer como modelo para otras ciudades similares. Pero no es un cuento de hadas. La ciudad aún tiene problemas reales a enfrentar y tratarla como el “milagro de Medellín”  significa un deservicio tanto a personas en esta ciudad y en otras. Si nosotr@s como planificadores (o simplemente como miembros preocupados con el publico en general) queremos desenvolver estrategias urbanas que van más allá de “maquillaje urbano” y logran cambio real y positivo, el hype urbano tiene que tomar el asiento de atrás y dejar que maneje la real práctica de planificación urbana en sí.


Drew Reed es productor de media online y activista comunitario especializado en transporte sustentable. Vive en Buenos Aires.

Imagen via Miguel Olaya. Traducción por Kim Carlotta von Schönfeld, estudiante de estudios urbanos en la Universidad de Amsterdam, con experiencia e interés particular (no exclusivo) por Latinoamérica.