Construyendo una ciudad de Nueva York sostenible

Cuando se habla de sostenibilidad, las grandes ciudades suelen tener mala fama. Cuando tanta gente se concentra en un área relativamente pequeña, la conveniencia suele primar sobre la conciencia medioambiental. En ciudades como Nueva York se está intentando dar la vuelta al asunto, y están empezando desde dentro: por las viviendas.

Los edificios son los cimientos de una ciudad, y hacerlos sostenibles puede propiciar que se inicien otras prácticas igual de sostenibles. Por ejemplo, el conocido certificado LEED no se basa solamente en cómo se construye un edificio, sino en el consumo continuado de energía en el edificio. Éste puede incluir el uso de agua, los hábitos de reciclaje y la calidad del aire. Desde 2005, a todos los edificios públicos que cuesten más de 2 millones de dólares se les requiere el cumplimiento de los estándares LEED.

Pero los certificados y las normativas solo llegan hasta dónde llegan. Incluso los edificios con mejores certificados LEED pagan tasas medioambientales. A día de hoy, docenas de propiedades de Nueva York están probando lo que Alemania ya está haciendo de manera masiva: viviendas pasivas.

Las viviendas pasivas no mantienen la temperatura con calefacción activa o sistemas de refrigeración, sino que se basan en un buen aislamiento, ventiladores que intercambian el aire interior y exterior, y dispositivo de ahorro energético. Nueva York es un buen lugar para poner en marcha estas viviendas por muchas razones. En primer lugar, en general, los edificios son los responsables de un 40% de las emisiones de carbono. En Nueva York, este porcentaje es del 75%. Las viviendas de energía cero pueden reducir drásticamente este porcentaje.

Otra razón por la que Nueva York es el lugar perfecto para las viviendas pasivas es el coste de la vida de los ciudadanos. Con una tendencia al alza de las viviendas de lujo y unos precios del suelo que van en la misma dirección, los compradores podrían ahorrar mucho dinero en costes energéticos y esos fondos podrían usarse para otros aspectos de la vida. Este ahorro en la factura energética puede hacer que fluctúe el precio inicial de los materiales de construcción, que pueden ser más caros que los materiales no sostenibles, ya no a día de hoy no están tan extendidos.

Como se menciona previamente, Alemania ha puesto en marcha con éxito las viviendas pasivas a gran escala. Nueva York y otras ciudades americanas pueden aprender de este proceso, y continuar experimentando con procesos constructivos que puedan minimizar el impacto medioambiental.

Por supuesto, una vida sostenible tiene que tener un enfoque completo para ser efectiva del todo. LEED se centra en materiales de construcción. Las viviendas pasivas se centran en el auto almacenaje de energía y su uso. El reto de las viviendas eficientes se centra en el uso del agua, intentando que los edificios solo usen el agua que producen. Esto es especialmente difícil en Nueva York, donde las leyes obligan a los edificios a estar conectados al sistema público de alcantarillado.

Este proyecto hace posible que los neoyorquinos alcancen un buen nivel de sostenibilidad. Tener tantas iniciativas permite tener una visión general y evita el riesgo de dejar de concentrarse en factores medioambientales en detrimento de otros factores.

Los desarrolladores, como siempre, continuarán construyendo lo que les de dinero. Poner impuestos a los incentivos ayuda algo, pero también se necesita el apoyo público a la construcción medioambiental. Los diseñadores de edificios deben saber que la gente quiere adquirir viviendas sostenibles. No se debe tratar solo de conseguir un certificado, tiene que venir acompañado del deseo internacional de reducir el impacto medioambiental, aunque solo fuera por motivos económicos. Si la industria de la construcción sostenible se mantiene con ganancias, ganará mucho impulso.


Imagen vía David Berkowitz