Si alguna vez te has aburrido de caminar alrededor de una ciudad y ver sus muros grises, su propaganda sin interés y sus vallas publicitarias de grandes corporativas; o te has cansado del constante zumbido de las batallas políticas, entonces te debería encantar el Arte Callejero. Claro que podrías estar pensando en los muros de un callejón cubiertos de garabatos y el arquetípico dibujo de un falo y sus testículos en sus infinitas variaciones. Pero imagina si un día, de camino al trabajo, encuentras un muro pintado con una hermosa plantilla artesanal o un mural bien elaborado que haga que te detengas, que te haga reír, pensar y quizás hasta sentirte inspirado, entonces te gustaría, ¿no es cierto?
Desafortunadamente, este no es el caso en muchas ciudades. Tomemos Barcelona como ejemplo: una ciudad de fama mundial en la costa de España, famosa por muchas cosas, e inmersa en su patrimonio cultural con una belleza artística que pueden igualar pocos lugares. Fue el terreno donde germinó una de las comunidades artísticas más vibrantes del siglo 21. Sin embargo, algo salió mal. Muy mal.
Cuando me uní a Mapping Barcelona Street Art (MBPA) y a Onist Film ya disfrutaba del Arte Callejero desde hacía tiempo, y en uno de esos encuentros con una pieza que te llega directamente al alma, no pude evitar sentir curiosidad por el trabajo del Arte Callejero. MBPA estaba organizando una exhibición y Onist Film filmaba un corto documental sobre el arte y las personalidades tras el arte en Barcelona. La exhibición fue un éxito y nos dimos cuenta de que el tráiler del documental se había convertido, sin duda alguna, en el centro de atención.
Nos enteramos de que otros realizadores de cine habían intentado crear una documental sobre el Arte Callejero en Barcelona, algunos de ellos artistas callejeros, pero, desgraciadamente, ninguno de los proyectos había llegado a buen puerto. Así que enseguida se llegó a la conclusión de extender el documental y hacerlo algo especial. El documental contaba con un presupuesto cero, una cámara y un camarógrafo, pero teníamos muchísimo material, así que incluso sin respaldo económico, sabíamos que teníamos que hacerlo de una manera u de otra. Igual que compran el material los artistas callejeros y trabajan duro para dejar una impresión en ti, el público, a cualquier coste, este documental estaría disponible, gratuitamente, el 4 de mayo de 2013.
Durante el proceso pensé mucho y aprendí un montón sobre el Arte Callejero, y sobre la gente tras él. Habiendo trabajado anteriormente con artistas más “convencionales”, no tengo ni una duda de que los individuos que entrevistamos son artistas, y no criminales.
¿Cómo se puede definir el Arte Callejero? Bueno, hay varias palabras: Tagging, Grafitti, Mural, Instalación Artística Pública, Logos, Pegatinas, Cartelismo, etc. Llámalo como quieras, pero tarde o temprano tendrás que reconocer que el término “Arte Callejero” es temporal. Todos los tipos de arte evolucionan y sus definiciones siempre son refutadas. Al intentar definirlo, te puedes ver rápidamente envuelto en la teoría del arte, lo que puede llevarte a cierto entendimiento, pero, rara vez (si es que acaso ocurre alguna vez), te llevará a una acertada predicción del futuro del arte, o lo que es arte hoy en día.
Aún peor, una definición estricta de lo que es el arte, podría ponerle grandes trabas (al igual que cuando una definición se abre camino en la legislación). Así que intenta pensar en él tal y como sugiere su nombre, un arte que pertenece a la calle, un tipo de arte contextual, que incorpora, sobre todo, técnicas de pintura, pero también de escultura y collage. E intenta recordar que alguien lo estará creando en este mismo momento.
La triste historia del Arte Callejero en Barcelona comenzó en 1970. Este creció hasta convertirse en lo que se conoce entre los artistas callejeros como la «edad de oro» entre el 2000 y el 2004, cuando se trataba de la ubicación perfecta para artistas pobres (o ricos) donde demostrar su trabajo a la ciudad y al mundo. El ambiente agradable e histórico, la disponibilidad de pinturas de alta calidad y a bajos precios que ofrecía Montana Colours (fundada en Barcelona), el gobierno tolerante, el (relativamente) acogedor público, y que se convirtiese en el hogar de muchos Artistas Callejeros de renombrado éxito, permitió que el Arte Callejero floreciera. Sin embargo, al convertirse Barcelona en destinación turística importante, aumentaron las posibilidades de ganar dinero y en 2004 se tomó la decisión de satisfacer a un tipo específico de turismo, el turista que gasta dinero. En harmonía con el movimiento corporativo, la «imagen» de la ciudad pasó a ser vital. Se sancionaba con duras multas. Tener que pagar hasta 3000 euros es un desastre para la gran mayoría.
Sin duda, no debemos perder de vista el hecho de que también hay criminales que hacen grafitis. Después de todo, se trata de la típica idea que se asocia a la pintura con espray. Se ha convertido en parte de la imaginería colectiva: pintura en espray = encapuchado = criminal. Esto es un error. Los artistas callejeros aquí están a merced de la mala fama de unos pocos. Ya que, en general, los artistas callejeros que cometen crímenes son los que son capturados y a continuación son obligados a desfilar por juzgados y periódicos. El público sólo ve artistas callejeros esposados, y así llegan a la «lógica» conclusión de que todos los artistas callejeros son criminales.
También es cierto que artistas como, por ejemplo, Banksy, y muchos otros se toman ciertas libertades artísticas en cuenta a la ubicación de su arte. A veces lo ponen justamente donde saben que creará controversia y donde el mismo trabajo será pronto destruido. Intentan provocar. Quieren demostrar a las autoridades que pueden ser desafiados y que un individuo puede, a veces, hacerse oír aún más que un coro de políticos. Es una forma de protesta y activismo. El mismo Banksy es considerado un fugitivo, un estado que sólo aumenta su reputación.
Cierto es que durante el rodaje del documental, nos descubrimos planteándonos la siguiente pregunta: «¿Existiría aún el Arte Callejero si no estuviera presente el deseo de desafiar la autoridad?» Nos parece que este deseo, en dosis grandes o pequeñas, estaba presente en todos los artistas callejeros entrevistados. Si no es por la ilegalidad, por la excitación de la casa, y la naturaleza desafiante de su trabajo, colocado bajo las narices de los poderes dominantes, ¿entonces por qué?
Descubrimos que el «Tagging», probablemente el tipo más básico de Arte Callejero, es el principio para muchos artistas callejeros. Comienza por una marca gruesa y al escribir tu nombre en un lugar visible. Si resulta gratificante, se desarrolla algún tipo de caligrafía; escribir tu nombre (o pseudónimo) de una manera cada vez más artística. A partir de este punto, los caminos a seguir son numerosos. Igual que todos nos hemos creídos expertos algún día, todo el mundo ha pensado alguna vez que es un artista, en algún momento u otro, al dejar tu nombre o un comentario ingenioso en un baño, en un pupitre, o, si eres del tipo romántico, en un árbol. Es algo parecido a una afirmación existencial.
Si tenemos en cuenta este impulso, podríamos decir que la motivación del Arte Callejero no es sólo la política o desafiar la autoridad. Se trata de dejar una marca. Es por esta razón que muchos comparan el Arte Callejero con las pinturas rupestres. Se valora la hipótesis de que las pinturas rupestres podrían representar una de las experiencias primordiales de los hombres y mujeres prehistóricos, mediante la cual entrarían en contacto por primera vez con su identidad y conciencia humanas. El hecho de que gran parte del Arte Callejero de hoy en día sea fotografía y documentado, y tras esto, publicado, es un testamento de este deseo de expresar la identidad de uno, y de quizás, contribuir al desarrollo del arte y la expresión libre en este mundo.
Sin embargo, una vez salimos de las calles y entramos a la ciudad, pintar las paredes adquiere un carácter totalmente distinto. Quizás cuando se crearon las ciudades, el Arte Callejero estaba presente de una manera natural, sin su actual sentido de criminalidad. Sin embargo, posiblemente cuando los poderes dominantes se alzaron (tiránicos o no), y el Arte Callejero se convirtió en un desafío a la autoridad, es cuando comenzó la antigua lucha entre los artistas callejeros inconformistas y el gobierno en el poder. Las paredes se definen como «propiedad pública», y el arte se define como «vandalismo» o «destrucción», por lo tanto, se considera delito.
El peligro de criminalizar un instinto tan antiguo como es el Arte Callejero podría ser comparado a los peligros de prohibir el sexo. Tan sólo intensifica la necesidad. Cuanto más nos niegan algo, más lo deseamos. Si el acto de represión tiene éxito, el instinto puede convertirse en crimen, adicción u obsesión. Se podría casi decir que reprimir el Arte Callejero más y más crea exactamente el tipo de Arte Callejero negativo que le da a dicha esfera su mala fama.
Para responder a la pregunta «¿Cómo puede una ciudad controlar el Arte Callejero?» fijémonos en otra analogía que sucede en otra esfera distinta: los fuegos incontrolados. En las reservas naturales y las áreas silvestres de España, el gobierno adopta una política de tolerancia cero. Todos los fuegos son extinguidos tan pronto como es posible. La desafortunada verdad es que el ecosistema de los bosques depende de los incendios para su bienestar. Los incendios suceden, y no pueden detenerse. El reprimir todos los incendios forestales permitiría que la vegetación creciera sin control hasta convertirse en una masa continua de hierba, matorrales, arbustos y árboles. Por eso, en los meses secos de verano, el fuego más pequeño puede propagarse velozmente por el follaje, donde se convertiría en un infierno imparable que se movería a una velocidad de hasta 10 kilómetros por hora. La política adecuada, adoptada en países como Canadá, consiste en provocar fuegos controlados que permiten la estratificación apropiada, es decir, la división del bosque en capas para que un pequeño fuego pueda seguir siendo un pequeño fuego y que tenga, además, efectos beneficiosos.
Si se adopta una política de tolerancia cero con respecto al Arte Callejero, el poco desarrollado tagging podría ir en aumento. Los artistas profesionales se mudarían a otros países. Aumentaría la inquietud, especialmente entre los artistas callejeros en ciernes. La población se vería privada de una forma de arte poderosa, una que tiene muchos beneficios que la gente ignora. Aquí en Barcelona, el gobierno no ha cejado en su empeño de represión contra el Arte Callejero desde el 2004. Lo han convertido en un delito basándose en que es feo y en que se trata de contaminación visual, pero al igual que pasa con los incendios descontrolados, sus acciones lo convierten en aún más feo. Reconocemos que el antagonismo entre gobierno y artistas callejeros es «natural» de alguna forma, pero las cosas han ido demasiado lejos. La legislación actual no beneficia ni a los artistas callejeros, ni al gobierno, ni al público.
Por favor, dedica un poco de tiempo a firmar nuestra petición para que se pueda considerar el Arte Callejero como un valor cultural. La calle es un lugar vital para la creatividad y la democracia. Ayúdanos a convertir los arrestos de artistas en cosa del pasado.
« Si oyes una voz dentro de ti diciéndote “no sabes pintar”, pinta, faltaría más, y la voz se callará.» Vincent Van Gogh.